Los casi 200 países reunidos en la cumbre de la Conferencia del Clima, COP26, adoptaron el denominado Pacto de Glasgow para acelerar la lucha contra el cambio climático y perfilar las bases de su futura financiación. Aunque sin garantizar el objetivo de limitar el calentamiento global a +1,5 ºC, por lo que grupos ecologistas y la Organización de las Naciones Unidas (ONU) calificaron al documento de «insuficiente y contradictorio».
Tras dos semanas de duras negociaciones, la aprobación final del texto se selló con un simbólico martillazo del británico Alok Sharma, quien presidió la COP26 y no pudo ocultar su pena y descontento por el poco compromiso de las naciones para «salvar al planeta».
El documento propone que los Estados signatarios presenten a finales de 2022 -tres años antes de lo previsto- nuevos compromisos de recortes de emisiones de gases de efecto invernadero, pero «teniendo en cuenta las diferentes circunstancias nacionales».
Con 24 horas de retraso, la COP26 aprobó un texto que abre el paso a consultas formales para crear fondos de financiación y para estudiar posteriormente los daños y pérdidas de los países más vulnerables, aunque sin precisar ni fechas exactas ni montos.
«Lo que este texto está intentando hacer es tapar agujeros y echar a andar un proceso, en especial en el tema de las finanzas para adaptación a los efectos del cambio climático, es decir para prepararse ante lo que viene», explicó la vicepresidenta para el Clima y Economía del Instituto de Recursos Mundiales, Helen Mountford.
El pacto «decide establecer el Diálogo de Glasgow (…) para discutir los preparativos para financiar las actividades con el fin de evitar, minimizar y remediar los daños y pérdidas». Una etapa que debe culminar en 2024.
En tal sentido, opinó la directora ejecutiva de Greenpeace, Jennifer Morgan. señaló: «Es tímido, es débil y el objetivo de 1,5ºC apenas sigue vivo, pero se manda una señal de que la era del carbón está acabando. Y eso es importante»
«El resultado de la COP26 es un compromiso que refleja los intereses, las contradicciones y el estado de la voluntad política en el mundo actual», se lamentó el secretario general de la ONU, el portugués António Guterres.
En tanto, la joven activista sueca Greta Thunberg criticó en la misma red social una cita que fue puro «bla-bla-bla» y afirmó que «el verdadero trabajo» continúa fuera del recinto: «Y nunca, nunca nos rendiremos», enfatizó.
La validación final del texto se vio deslucida por la oposición de último momento de India y China a un artículo clave sobre los combustibles fósiles, que a lo largo de los diferentes borradores se había ido suavizando.
Los combustibles fósiles, entre ellos el carbón, son los principales responsables del calentamiento del planeta, pero muchos países que dependen de ellos para su crecimiento económico no querían que el acuerdo incluyera referencias a su uso.
A propuesta de India, el texto menciona finalmente la necesidad de acabar con los «subsidios ineficientes para los combustibles fósiles», pero sin desatender «circunstancias nacionales particulares».
La bióloga argentina Sandra Díaz, integrante del Panel de Cambio Climático que en 2007 ganó el Premio Nobel de la Paz, indicó: “Si no se reduce drásticamente la cantidad de carbono emitido a la atmósfera no hay forma de mantener el calentamiento climático en los niveles expresados en el Acuerdo de París de 2015, o sea, bien por debajo de un calentamiento de 1,5º C en la temperatura global», sentenció Díaz.
Los científicos coinciden en que se debe poner fin al uso del carbón, pero incluir el llamado en la declaración final era demasiado para algunos países como China e India, que dependen de su uso para el crecimiento económico, o Australia, su principal exportador mundial. Incluso lo era para Arabia Saudita, consciente de que el próximo objetivo puede ser el petróleo o el gas.
En consecuencia, la versión final incluyó el mantenimiento de un lenguaje que establece la «reducción» del carbón, en lugar de su «abandono».
Otro tema crucial fue el de la financiación de 100.000 millones de dólares anuales que en 2009 las naciones desarrolladas prometieron entregar a los países en desarrollo para mitigación y adaptación al cambio climático y nunca cumplieron.